miércoles, 2 de mayo de 2012

Angustia


Quisiera gritar pero el silencio me lo impide, quisiera mirar pero la extraña y angustiante tranquilidad del paisaje no me deja, aparto la mirada, mis ojos se llenan de lagrimas, mi pecho se contrae, me cuesta respirar, quisieras correr, correr y largarme del lugar, pero esta demasiado lejos de todo y a pesar de su angustiosa y extraña belleza quisiera quedarme ahí.

 (la foto de la izquierda fue tomada por mi hermano, sin darme cuenta plasmo el momento cuando yo escribía todo esto. Me encuentro entre las barandas)

Es en ese momento cuando reflexiono y pienso; ¿Que me pasa? ¿Porque reacciono así? frente a ante un lugar tan simple y bello. Cualquier persona inserta en la sociedad de hoy en día desearía estar en mi lugar. Vuelvo a pensar; estoy tan acostumbrada a las comodidades  y parte del paisaje me recuerda donde vivo, con la diferencia que este lugar es mucho mas tranquilo (es impresionante)
Con solo cerrar los ojos, callar mis pensamientos y quedarme tranquila un instante se escucha el ir y venir de las olas a lo lejos, el cantar de las aves que sobrevuelan mi cabeza, el roce del viento en las hojas, el aroma a hierba fresca y tierra húmeda luego de la lluvia. Las sensaciones continúan; ante mis ojos comienza atardecer  el cielo se llena de colores tiñendo las nubes que en el  encuentran, se deslizan, juegan a formar figuras en el aire. A medida que el sol cae y toca el horizonte se comienza a oscurecer y su tinte anaranjado-rosado se vuelve azul.

Ahora miro hacia abajo, el mar baña la pequeña bahía decorada con pequeñas casitas y botes, que desde acá parecen de juguete. Las nubes se reflejan en el mar y crean grandes manchas azules oscuras, un poco más allá  grandes rocas  pintadas de negro por el contraste al caer el sol, solo dejando ver en la cima un poco de verde de la vegetación. Las aves continúan cantando de un lado a otro avisando que la tarde cae, dando paso a la noche, dejando sentir el frio, provocando que la poca gente que se encuentra a esa hora en la playa se vaya y deje aún mas deshabitado el lugar.

Todo eso fue lo que viví el día que llegamos a Puñiguil (Chiloé), en las vacaciones de verano con mi familia, la verdad que el episodio fue bastante exagerado, pero al volver a recordarlo me cuesta comprender mi reacción. Solo pasamos ahí la noche, al día siguiente nos fuimos en la mañana, era un día frío y lluvioso, pero aun así mantenía la misma belleza que al atardecer del día anterior.



Vista desde la cabaña a la bahía la mañana antes de irnos 




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