Nosé si es porque se acerca la mitad del año, pero de algo estoy segura; estoy cansada y la situación hoy me superó.
Me levanté desganada, es sábado eran pasada las siete de la mañana, a pesar de haber pensado de que todo esto lo hago por cumplir mis objetivos, mi ánimo aún así, no había cambiado, en fin a todos nos pasa que en algún momento queremos parar el tren, para tomar un respiro y continuar.
Pero hoy no aguanté más.
Sentada en la mesa tomando desayuno en compañía de mis papas los escuchaba a lo lejos mientras conversaban, no les preste mucha atención, yo con un brazo sobre la mesa apoyando mi cabeza sobre el, jugando con las migas de mi desayuno amontonándolas al lado de la taza, en la cual aún queda la mitad de la leche con café que me había preparado minutos antes en la cocina.
Con la cabeza en cualquier parte, mi mirada en la nada, de a poco comienza a caer una lagrima y luego otra...
Algo me interrumpe, mi papá me pregunta; ¿A que hora tienes que ir a Melipilla?, como a las diez le respondo y desde la cocina mi mamá mientras camina hacia el comedor pregunta; ¿A que hora tienes la consulta con el profesor? A las once le digo, me queda mirando y me pregunta; ¿Qué pasa?- ya es evidente- mis lagrimas se dejan caer ante su pregunta, me abraza (lo necesitaba) me dice; ya echa afuera, llora...
A todos en un momento determinado de nuestras vidas nos pasa que hay algo que nos supera, pero no en un 100% porque tu sabes que te la puedes, que eres más fuerte que el mundo, que nada puede contra ti. Pero necesitas esos momentos de desahogo y vulnerabilidad para darte cuenta de ello.
Sé que todo esto será por hoy o quizás por un rato, pero se supera, la vida continua...
Que viva la vida!
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